Última frontera
Bielorrusia es hoy día el último reducto de lo que fue la antigua Unión Soviética. Su régimen político constituye el único gobierno totalitarista dentro de Europa, tras la caída de regímenes como Ucrania y Georgia. Su ubicación en el centro geográfico de Europa hacen de él un país frontera cuyo presidente se esmera en mantener férreamente cerrada.
Sucede en el país la ya conocida historia de mantener una fachada limpia, como es su capital, Minsk, con servicios públicos de todo tipo y modernas instalaciones deportivas, pero detrás se esconde la verdadera Bielorrusia, aquella que aportó sus tropas a la que ellos denominan “La Guerra Madre”, la II Guerra Mundial, cuyo aniversario es celebrado cada año, como recordatorio omnipresente de un pasado que algunos se resisten a olvidar
Las condiciones de vida en las aldeas son realmente precarias, con falta de servicios básicos como energía eléctrica, calefacción, o incluso agua potable. Todo ello trae como consecuencia un desarraigo social y familiar que mayoritariamente sufren los niños.
A todo esto hay que añadir las fatales consecuencias que aún sufre la población del accidente nuclear de Chernobyl, ocurrido en 1986 y cuyo 30 aniversario se cumple este año 2016.